domingo, 30 de septiembre de 2007

El Preescolar de mi hija


Hace dos semanas mi pequeña hija de 1 año y 9 meses empezó en su preescolar. En algún momento me surgió la duda de si la estaba inscribiendo muy pequeña, que tal vez podía ir cuando estuviese un poco más grande, pero bueno tomamos la decisión pensando que necesita empezar a socializar y compartir con niños de su edad.

Y empiezan los temores de madre, ¿cómo la irá a pasar?, ¿llorará mucho?, ¿se comerá la merienda?, ¿serán buenas las maestras?, ¿la tratarán bien?; aqui viene, la importancia de una buena y bien establecida comunicación entre el preescolar y los padres, pues ellos saben que el tesoro más importante que pueden tener los padres en su vida entera son esas pequeñas y maravillosas personitas llamadas hijos.

Dos meses antes de iniciarse las clases, el preescolar nos ofreció al grupo de padres nuevos una reunión donde explican su filosofía y metodología de trabajo "el jugar se convierte en el placer de aprender", sus normativas, su atención especializada y dedicación a estos chiquitos que cambian la rutina de sus hogares por algo nuevo, y una sesión de preguntas por parte de los padres para aclarar dudas, escuchar comentarios. Para nosotros este fue un excelente inicio, que nos empezó a sembrar confianza y tranquilidad.

Y empezaron las clases, los Pukitos (asi llaman a los más pequeños del colegio), asistieron los dos primeros días de clase con sus padres para familiarizarse con el colegio, su salón, sus maestras y nuevos amiguitos; adicionalmente los padres pueden conocer también el nuevo ambiente donde se va a desenvolver su hijo. Pero la gran realidad, se acercó al día siguiente cuando tuve que dejar a Oriana en la puerta del colegio donde la recibió una cálida maestra que se la llevó directo a su salón. Fue todo tan rápido que mi hija no tuvo tiempo de reaccionar y se fue sin entender mucho. Al buscarla un par de horas después mi chiquita estaba bañada en llanto esperando que su mami apareciera. Al día siguiente fue un tanto peor, Oriana apenas vió el uniforme se puso a llorar y se contorsionaba para no dejárselo poner; por supuesto que al dejarla, si tuvo tiempo de llorar con fuerza y agarrarse de mí para no irse con la maestra.

Los días han pasado y Oriana se siente cada vez mejor, de regreso del colegio a la casa me va contando en su idioma (el oriañol) todas las cosas maravillosas que hace con su maestra y amigos, llega a la casa cantando y diciendo palabras en inglés. Nosotros estamos muy felices de verla experimentar en su pequeño y nuevo mundo llamado "Puki-Playground".

Toda esta confianza, tranquilidad y seguridad que sentimos la brindó la excelente, abierta y cálida comunicación que nos ofrecieron desde un principio el preescolar. La comunicación es vital en cualquier contexto, ambiente y lugar. Trabajémosla.

1 comentario:

Juan Forero dijo...

Me parece mentira leerte en este rol de madre! Aparte que Me encanta como escribes, creo que el tema de los chamós y el colegio es universal.